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lunes, 20 de julio de 2009

EDGARDO DE HABICH ESCRIBE UN REQUIEM PARA SCORSA EL GRANDE

RÉQUIEM PARA UN POETA
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A Manuel Scorza,
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############ siempre, en cualquier icho. Edgardo de Habich &&&&&&&&&&&&&&&
&&&&&&&&&&&&&& Evoco los ojos ciegos de tu padre indio, / la sellada boca de tu madre andina, / y te recuerdo viendo y hablando por ambos, / como lo que fuiste, / como un coraquenque, / cual un torbellino… / Pero ya eres tierra. / Te has hecho piedra y ausencia. / Tu risa ya no alumbra los minutos yertos. / Graban tus manos ceros en el viento. / Y conversas con nadas que no entiendo. / Te cubres de incógnitas. / Te vistes secretos. / Enciendes candelas dentro del misterio… / O quizá sigues inventando sueños, / surcas horizontes de cóndores ígneos / o estepas eternas de alpacas de hielo… / ¡Y acaso mi voz es de necio / y duermes y duermes y duermes; / no opaca tu vaho al espejo, / es blanca tu sombra, nieve tu mirada, / tu voz se ha vuelto para siempre un eco / y yo el amigo que oye tu silencio! / Manuel enraizado al icho, / hontanar de las vertientes, / hondonada herida por las nubes / que se baña en glaciares y océanos; / Scorza mineral, de altura y lodo, / fabriles vicuñas y guanacos en calma, / guijarro rodado hasta la sima del alma / para cincelar poemas en las cumbres, / veneciano Scorza de gemas y dagas, / góndolas lunares, / sorprendidos nenúfares y desnudez de damas / que truecas por un rayo / o el verso que labra tu mano. / Triple ser, múltiple engaño, / imposible de descifrar en simple humano, / por tu mezcla del Urubamba con el Sena, / del caviar con el resto del mendrugo, /
de Versalles con la choza de la puna, / del champagne con la chicha fermentada, / de la escuelita rural con La Sorbona, / del diadema imperial e Intihuatana. / Tu rastro sobrenada las vigilias del Tiempo. / Ya eres parte de la Historia. / Tus pupilas de Nictálope desvelan las auroras. / Tuya es la medianoche de infinitos desvelos / cuando en la angustia percuten los redobles por Rancas / y el ulular de los pututos sagrados/ hace realidad las profecías de Úrsula, / que yergue Garabombos en tu tumba, / derriba insaciables alambradas, / vuelve escombros los cercos centenarios / y estremece los ijares del corcel de fuego / que enciende el alba del jinete insomne. / ¡Callad aves de paso, / plegad las alas y sumaos al réquiem del poeta: / se ha ido aquel que bordó de risas la tragedia / y amalgamó la cima con la sima, / el cielo y el averno, / el pozo con la cúspide, / Escorza del Perú y cascajo con Scorza de viento y fantasía! / Se ha ocultado el que clavó su Manuel en dos andamios, / en un farol guiñando sin remedio / y en una estrella demente por designio propio. / Se fue entre truenos y fulgores dejando un huella indeleble, / una pequeña llama que buriló su nombre / hasta convertirlo en esta copa de nostalgia y pena, / en este día de tinieblas / donde tijeras mohosas cercenan su sonrisa / y olvidan ser bálsamo de lágrimas. / ¡Bajad, aves agoreras, / milenarios artífices de las rocas, / deidades de los lagos vedados, / brujos de las cumbres perdidas, momias tutelares! / ¡Venid a tierra y adorad su polvo, / más rico ahora que el corazón de oro: / en su entraña se mezcla la sangre de Manuel,/ el sueño ilímite de Scorza, / el dolor de un hombre, la plenitud del poeta! / ¿Sólo el silencio en vez del alarido? / ¿En tu eternidad nuestros hueros relojes? / ¿Esta copa de vino en tus labios resecos / o acaso sumergidos en divinos icores?/ ¿Puede el poema resucitar la vida,/ añadir una sílaba al diálogo inconcluso? / ¿De qué modo entender en mudez y danza inmóvil / si tu memoria es de frenesí y de vértigo, / de torrente desbordante de palabras y mitos / y melancólicos pájaros oníricos...? / Mas cómo no gritar bajo la honda aleve,/ no gemir al cuchillo de la pena, / ni escribir, Manuel, ni siquiera tu nombre / y llenarlo de llantos y de sones, / de maitines y responsos, de aleluyas y réquiem, / y de perennes cantares de Agapitos Robles/ galopando en tropel por las laderas! / Y pedirte perdón porque es inútil la queja / y es breve nuestro horario, yace cojo y bizquea, / mientras tuyo es lo infinito y sus praderas, / corto nuestro llanto y su rastrojo, / y en cambio tu sombra y tu esencia de hombre y de poeta, / de Manuel y de Scorza, / son eternos en recuerdo y congoja,/ en las noches memoriosas de relámpagos, / en los ocasos del Rímac y en las tardes del Sena, / en la borra del licor del postrer vaso, / en el rictus nostálgico y en toda lejanía, / en la profundidad del ojo del labriego, / en la soledad del ventisquero,/ y en el perenne renacer del icho. / &&&&&&&&&&&&&&&&&& Lima, 28 de noviembre de 1983

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